Martes 18 de Noviembre de 1947 - Antonin Artaud


No hay mundo
ni invisible dominio oculto

ni espíritus ni mundo de espíritus, nada de eso, nada de eso,
hay simplemente un estado escondido y oculto,

un desplazamiento o partir invisible de los cuerpos humanos
cuyo estado anatómico externo, orgánico externo
es el único estado reconocible, valorable, de todos los cuerpos.

Esta partida o desplazarse invisible de los cuerpos humanos
es un estado en el que no se permanece, en el que no se puede
permanecer,

porque es el vacío y la nada
y habitar en él es
PERMANECER MUERTO
en lugar de querer estar vivo,
de buscar PERMANECER VIVO,
para ganar la vida eterna,
y este estado en el que no se puede permanecer porque es
el vacío y la nada, el vacío de la nada,
es un estado en el que hay que evitar, hay que vencer la
tentación de hacerse cuerpo, de dar vida al cuerpo
porque es la d (...)
pero es cierto también que a través de aquel dominio pasa todo
lo que hay de valorable en un cuerpo
y que no es el estado pútrido
o fluido,
que no es un estado químico o físico, que no es tampoco
el estado
al-químico
de los CUERPOS,
no es un estado sensible y es peligroso y mortal quedarse allí,
no es un estado insensible y nada más que eso,
no es un estado imperceptible y nada más que eso,
y no es un estado que pueda percibirse
pero es el estado perceptivo,
y no es el estado de no percepción,
el estado repulsivo,
no es un estado,
es una voluntad de vacío,
una voluntad que crea el vacío en torno a ella,
y que se corresponde con aquello a lo que se llama
el polvo de la eterna resurrección,
es el estado en el que es preciso no dejarse FIJAR
y no el cual
pero a través del cual
yo fijo los dominios de conciencia que yo quiero destruir y
eliminar
porque no hay
y no debe haber allí conciencia,
no es un estado en suma
sino un cuerpo,
una eliminación de todo cuerpo,
el grado eliminativo (mierda)
el terrible paso por el fuego verde y negro
que no debe mostrarse
pero a través del cual se reposa,

y el vacío y lo pleno.

P.S.:Es un agujero que no debe ser dejado vacío
y por medio del cual, con la ayuda del cual se reposa de
los cuerpos de más en más terribles
y evidentes
de lo pleno
Es el grado del vestido definitivo
que permanece
invisible solamente
cuando se lo mira.
¿Se podrá quizá mirarlo?

Es el estado de perfección
y esa perfección es ser uno mismo,
la perfección del dolor absoluto donde se está solo
pero solo CONSIGO MISMO
solo como en sí mismo.


AHI ESTAN TODOS, EN ALGUN LUGAR - F x A


Ahí están todos, en algún lugar. Las luces apagadas, el humo flotante, las risas y los murmullos, el silencio. The Doors de fondo, El Fin, su mejor canción, la oscuridad impenetrable, el sonido que explota. La serpiente de siete millas, las puertas de la percepción, el piso de madera, la Maribel que me grita desde una atmósfera diversa, pero yo no la escucho y me escapo a otra dimensión.

Ahí están todos, puedo verlos, en algún lugar. Un instante, un segundo, una vida en la memoria. Este es el fin, lo es amigo, nuestros elaborados planes perderán su color y años adelante tan sólo el recuerdo emergerá de nuestras pupilas de adolescentes bajo tierra. Un quejido, mi hermano que sangra, desde adentro, desde su alma, es el rock and roll, las guitarras y las baterías, es el ron con coca – cola, son las hiervas medicinales.

Un cigarrillo, todos quieren uno, pero ya no quedan, y es muy tarde para ir de compras. Resignación, silencio, concentración, un rito conocido, un escape de madrugada, danzas indígenas en la cabeza de Magnesio, chicas hermosas en la de Pitón, Vielma que corre en fantasía su mejor ola, Roberto que sueña con una revelación.

La música se transforma en un clima ancestral, las sensaciones, el deseo, el miedo. Resguardados estamos, en el ocaso de un fin de semana, todos juntos en una sola identidad. La voz de Morrison, las velas del pasillo, un poema en el suelo, incienso, ceniceros, cenizas, el piso de madera, y yo ahí, tirado de espaldas en ese piso, bajo la mesa del comedor, escondido y ausente, en medio del espacio, sin estrellas y sin lunas, con los ojos abiertos, pero soñando muy lejos de ahí, realmente muy lejos, tanto que el mundo se ha olvidado de mi. Reacciono: meto la mano en un bolsillo y saco un cigarro, el único que queda, el que todos desean. Y lo enciendo, la oscuridad me protege, es mi momento, es mi planeta. “Sabía que tenías un cigarro”, me dice Coll, y ríe, y me abraza, y recuerdo, el recuerdo, ella está recostada junto a mi, pegada a mi cuerpo, pegada a mi calor, en el interior de mi ausencia, caminando en mi planeta, como siempre ha sido, como de costumbre, ella y yo, nuestro pacto de sangre, de amistad sin condiciones. Una fumada, dos, le extiendo la mano y toma el cigarro, me besa una mejilla, me da las gracias, yo sonrío, ella no puede verme, pero igual me ve, porque sólo ella me conoce, y sólo yo la conozco a ella, sólo yo he visto la fragilidad de una niña rebelde de mil años. “sube al bus azul nena, el bus azul, tú lo conoces, sube al bus azul”, Morrison que atenta, que nos empuja, nos alienta. Su mano, la mía, la traición. Doy media vuelta, ella da media vuelta también, y frente a frente, con nuestros espíritus mezclados, nos besamos largo rato, en la oscuridad, en el sueño, y me dice te quiero, por primera vez ella lo dice, y yo sólo sonrío, y aunque nada se ve ella puede verme, y otra vez, el pacto se ha roto, y el secreto crece, en medio de una lenta canción.

AHI ESTAN TODOS, EN ALGUN LUGAR - F x A





Ahí están todos, en algún lugar. Las luces apagadas, el humo flotante, las risas y los murmullos, el silencio. The Doors de fondo, El Fin, su mejor canción, la oscuridad impenetrable, el sonido que explota. La serpiente de siete millas, las puertas de la percepción, el piso de madera, la Maribel que me grita desde una atmósfera diversa, pero yo no la escucho y me escapo a otra dimensión.

Ahí están todos, puedo verlos, en algún lugar. Un instante, un segundo, una vida en la memoria. Este es el fin, lo es amigo, nuestros elaborados planes perderán su color y años adelante tan sólo el recuerdo emergerá de nuestras pupilas de adolescentes bajo tierra. Un quejido, mi hermano que sangra, desde adentro, desde su alma, es el rock and roll, las guitarras y las baterías, es el ron con coca – cola, son las hiervas medicinales.

Un cigarrillo, todos quieren uno, pero ya no quedan, y es muy tarde para ir de compras. Resignación, silencio, concentración, un rito conocido, un escape de madrugada, danzas indígenas en la cabeza de Magnesio, chicas hermosas en la de Pitón, Vielma que corre en fantasía su mejor ola, Roberto que sueña con una revelación.

La música se transforma en un clima ancestral, las sensaciones, el deseo, el miedo. Resguardados estamos, en el ocaso de un fin de semana, todos juntos en una sola identidad. La voz de Morrison, las velas del pasillo, un poema en el suelo, incienso, ceniceros, cenizas, el piso de madera, y yo ahí, tirado de espaldas en ese piso, bajo la mesa del comedor, escondido y ausente, en medio del espacio, sin estrellas y sin lunas, con los ojos abiertos, pero soñando muy lejos de ahí, realmente muy lejos, tanto que el mundo se ha olvidado de mi. Reacciono: meto la mano en un bolsillo y saco un cigarro, el único que queda, el que todos desean. Y lo enciendo, la oscuridad me protege, es mi momento, es mi planeta. “Sabía que tenías un cigarro”, me dice Coll, y ríe, y me abraza, y recuerdo, el recuerdo, ella está recostada junto a mi, pegada a mi cuerpo, pegada a mi calor, en el interior de mi ausencia, caminando en mi planeta, como siempre ha sido, como de costumbre, ella y yo, nuestro pacto de sangre, de amistad sin condiciones. Una fumada, dos, le extiendo la mano y toma el cigarro, me besa una mejilla, me da las gracias, yo sonrío, ella no puede verme, pero igual me ve, porque sólo ella me conoce, y sólo yo la conozco a ella, sólo yo he visto la fragilidad de una niña rebelde de mil años. “sube al bus azul nena, el bus azul, tú lo conoces, sube al bus azul”, Morrison que atenta, que nos empuja, nos alienta. Su mano, la mía, la traición. Doy media vuelta, ella da media vuelta también, y frente a frente, con nuestros espíritus mezclados, nos besamos largo rato, en la oscuridad, en el sueño, y me dice te quiero, por primera vez ella lo dice, y yo sólo sonrío, y aunque nada se ve ella puede verme, y otra vez, el pacto se ha roto, y el secreto crece, en medio de una lenta canción.



Texto secundario

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