La Corbata - Juaray

Llamé al diablo y vino al punto.
¡Qué rapidez y diligencia!, tanta que llegué a creerme importante. Pero lo que vi no era el diablo, ¿o sí?
Todos decían que el diablo era flaco y alto, con un diente de oro, colorado, de bigotito y nariz aguileña, como un quijote de las tinieblas, burlesco y ladino, hediondo a azufre.
Otros me aseguraron que era peludo y cornudo, con patas de cabra, castizo y duro de cabeza, pero de fácil labia, mañoso, caliente y engrupidor.
Otro que era cojo, feo y rechoncho, con un ojo caído, servil y cobarde, bueno para conducir carruajes.

Bueno, al final para salir de dudas y de paso arreglar algunas cuentas impagas, me decidí llamarlo y ver por mis propios ojos, que mientras yo no diga sí, no hay nada que temer.

Pero el que tan prontamente acudió a mi llamado no era nada de lo que me habían contado, al contrario, este era un caballero simpático, elegante, joven y buen mozo, un tipo con flema; un verdadero James Bond.
Muy cortés, y tan consumado en el verbo, que me hizo recordar algunos políticos chilenos, esos que ofrecen con tanta galanura para después, cuando ya están en su sillón, olvidarse de las promesas. Por tal debería irme con cuidado.

Se veía complaciente y obsequioso, como un compadre que yo tengo que no se fija en gastos con tal de tenerme contento, y eso significa terminar curados como taguas, afirmándonos el uno al otro y dispuestos a interceder ante las respectivas brujas.

A todas vistas si este era el diablo, era un moderno hombre de mundo, vestido a la moda con ropa de marca y la corbata, esa sí que era corbata, no como la que me prestó otro compadre que tengo para ir al casamiento del presidente del club de rayuela, cuya fiesta se realizó en el club mismo, entre tejos y montones de greda acumulados para preparar las canchas para el enfrentamiento del domingo contra los buenos muchachos de la población del bajo. Bueno, ese encuentro no se realizó porque la curadera duró toda la semana; siendo el mismo novio quien presidía los brindis. Con esa entrada al equipo de los casados bien poco le duró la novia, tres meses, claro, ella que odiaba a los borrachos que le recordaban a su padre cuando curado se las daba a su madre, una señora bien gritona que al final se fue no se a donde, era obvio, que después de probarlo lo largaría. El hecho es que cuando llegaron los buenos muchachos, no les quedó otra que acompañarnos en la celebración del casamiento, y de muy buenas ganas porque esos sí que eran bravos para la chupeta. Y la corbata, bueno, era solo un recordatorio.

Este señor que se me apareció como el diablo, solo lo ví como diablo cuando dijo que además era un consumado político y que mucho de sus triunfos se los debía a las tan antiguas y repetitivas artes políticas, donde el hombre cae embaucado una y otra vez, sin memoria de que ya lo habían pasado por el aro.

Antes de que yo hablara sobre mis motivos para conversar con él, se me adelantó, como buen diablo, figurón digo yo, a contarme que estaba preparando un gran discurso que iba a pronunciar en el próximo Te Deum. Allí iba a disertar sobre el Estado y la Iglesia, que él creía que había que modificar algunos cánones que no le favorecían.
Bueno, le dije, usted es dueño de buscar su acomodo como hacen todos, a fin de cuentas de los moví’os de cuero duro es el éxito, y usted se me hace que es moví’o, ¿o no?
Por supuesto, respondió, y allí le descubrí otra faceta de diablo, porque lo caché vanidoso. Con una más y ya sabría como abordarlo para sacarle algo por lo menos.

Bueno, insistí, verá señor diablo que yo lo llamé para ver la posibilidad de un préstamo y..., espera dijo, no interrumpas, habrás de saber, que además estoy estudiando idiomas, ya sabes, para globalizarme más, con esto del libre mercado el mundo se agranda y se achica, hay que saber estar al día para no quedar obsoleto, de ahí mi pinta y el discurso, además para préstamos y esas cosas, actualmente los intereses se cobran de otra manera, hay que ver las tasas, los patrimonios, las tendencias y las proyecciones, ya ves que el alma no lo es todo, me llegan muchas por esta vía del libre mercado, solitas, perdidas en el verde color del dólar americano. Hacen tanto por tenerlos.
Pero dime, ¿cuál es tu urgencia? Te vez un tipo distinto, no como los que últimamente me reclaman, me caes simpático, me recuerdas a los rotitos que según mi taita abuelo eran re vivarachos, ¿no serás uno de sus descendientes?
No mi señor diablo (creo que ya lo tenía), yo solo quería conocerlo y de paso ver la posibilidad de un préstamo sin compromiso. A un caballero como usted, con esa pinta y esa educación no le harán falta unos pesitos que a mí me lloran, además con sus estudios de idiomas...
Bueno, la verdad no, así como lo planteas, veo que me respetas y sabes apreciar mis cualidades por lo que dime, de cuanto es tu dolor, y a qué viene eso de los idiomas.
Todos estos miles solamente mi señor diablo, y respecto de los idiomas es que yo puedo ayudarlo en sus estudios, pues tengo en mi casa un grueso y antiguo diccionario, de esos con palabras antiguas que ya no se publican y que se lo regalaría a cambio de su donación, ¿qué me dice?.
Pues veamos la causa, responde interesado, podría estarme haciendo falta un buen diccionario para avanzar en los idiomas, pero creo que por tantos miles es poca prenda,
Dime, ¿no tendrías uno de versos, ojalá de Neruda o de Rokha, del Nic. Parra no, ese es muy re diablo y en sus versos ya me mandó de vuelta al infierno, justo cuando yo andaba de vacaciones, por último uno del último premio nacional, qué me dices, y tu alma, naturalmente, que solo explotando yo podrías salvarla.
Bien pues, déme ya los miles y al atardecer pasa por mi casa y yo le entrego el diccionario y si me consigo, capaz que le tenga su libro de versos.

Por fin, no sin pensarlo bien, el señor diablo me entregó más de los miles que yo necesitaba. Ahora yo tendría que pensar en su encargo, y respecto de mi alma, eso sí que era serio.

En la tarde pasó el diablo, elegantemente vestido por mi humilde rancho, saludando en francés y luego en inglés para demostrar, el agrandado, que era trilingüe. Luego le pasé el volumen de versos del último premio nacional, el tercero en sus preferencias y mientras el diablo lo ojeaba le pasé el otro volumen. El diablo descuidadamente lo recibió y procedió a ojearlo también, cuando ya, demasiado tarde, se percató que no era un diccionario, sino la Biblia. Descubrir esto y explotar fue una sola cosa, pero así fue. Solo quedó la corbata, enterita.
Ver esa corbata que me gustó de un principio y recogerla fue un acto instintivo, pero ya la tenía en mis manos y era mía. Es cierto que con el dinero ganado al diablo, luego de pagar todas mis deudas, podría comprarme muchas corbatas; más como esta, ninguna.

Ya me imagino al señor diablo en otra dimensión, vestido elegantemente, tan caballero y cortés, derrochando simpatía y juventud, político trilingüe él, tan flemático y… sin corbata.


Fuente: http://juaray.blogspot.com/search/label/Cuentos ... el blog de my father

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