Rebeca - Sereg Luin

Rebeca estaba acostada delicadamente sobre la cama. Una leve y parpadeante luz se filtraba entre las cortinas iluminando a ratos la habitación. El tono azul y negro del cielo hacía perfecto juego con el brillo de sus ojos, que ahora vacíos me miraban como pidiendo una explicación. Todo en nuestro entorno parecía normal, el río Elqui aumentaba lentamente su caudal y a lo lejos los autos pasaban en ambas direcciones por el puente fiscal. Recuerdo como sonrió cuando le dije que ahí construiríamos nuestra casa, "Con una gran terraza para admirar la noche en La Serena" le dije. Que acertado lugar escogió, sin duda era la mejor vista de todas, menospreciada por el común de la gente que prefería ir a vivir junto al mar. Pero Rebeca tenía ese don particular, encontrar la belleza en cosas que la gente ignoraba. Supongo que por eso se fijo en mí y yo torpemente me enamoré de ella.

La sangre avanzaba cubriendo casi toda la cama. De pronto una agradable melodía comenzó a sonar de fondo, la radio previamente programada se había activado. Por supuesto, esta noche iba a ser especial, la esperábamos hace semanas, a la medianoche Rebeca y yo nos íbamos a casar. La busqué para ver su rostro de alegría y su espontanea felicidad, pero el brillo de sus ojos se había extinguido por completo. Lo siento Rebeca, lo siento en verdad.

Salí a la terraza con el arma aun en mi mano, la madera húmeda por la lluvia de la tarde crujía tímidamente bajo mis pies. A lo lejos las tres grandes luces del puente me alumbraban como si yo fuese la estrella de una bizarra escena teatral. Los autos pasaban y el río seguía su curso para perderse en el mar. Que ganas de lanzarme a el y perderme para siempre en su profunda oscuridad. Por otro lado aun podía arrojar el arma al río y llamar a la policía, no sería mucho trabajo inventar una historia coherente, alguien entró en la casa y le disparó a Rebeca, la desafortunada victima de un robo mal efectuado, después de todo así lo hice aparentar, después de todo solo sería una vez más. De pronto la esperada llamada hace vibrar mi celular. Aun me hablaban cuando arrojé el teléfono al río, en ese simple acto renuncié a todo. Lleve el arma a mi cabeza y apreté el gatillo. Lo siento Rebeca, lo siento en verdad. Ella se fijó en mí y yo torpemente me enamoré de ella.