Santiago en 100 Palabras - Terceros Lugares

Faros Amarillos

Llevo calcetines amarillos para poder seguir mis pasos. Mis zapatos corren tras unos bototos que desaparecen al virar la esquina. Entonces mi zapato derecho golpea fuertemente el piso, patea una piedra y el otro zapato dibuja un semicírculo. Ambos vacilan un momento, pero se coordinan hacia una banca. El zapato izquierdo se mantiene del taco a la punta aferrado al suelo, el derecho se balancea en el aire. De pronto salta a tierra y juntos emprenden una nueva carrera. Siempre compiten por cuál va primero. No es fácil convivir con este tipo de calzado. Por eso lo de los calcetines.
Karin Weinreich, 31 Años. 2002.



El Rey

El rey del mote con huesillos está triste. Anoche perdió su sangre azul frente a la Casa Cena. Se metió con una cochina que le robó el alma, unas lágrimas y más de cien lucas. Después llegó a su casa y su reina lo mandó a dormir al living. El gato le meó encima y su princesa le contó que estaba embarazada del tal Lucho. Un rey no se merece estas faltas de respeto. Menos el del mote con huesillos. Por una cuestión de seguridad nacional, dice él.

Hugo Forno, 32 Años. 2003.

Malas noticias aclamadas por la crítica

La micro empantanada en un taco de verano. Pocos pasajeros. Un payaso sudado repite los chistes de diez veranos atrás. Pocos prestan atención. Nadie ríe. Interrumpe el sonido de un celular. Algunos revisan sus ropas, sus carteras. Pero el llamado escapa de uno de los coloridos bolsillos del payaso. Coge el teléfono. Alcanza a pronunciar dos o tres palabras. Se deja caer en un puesto desocupado. Algunos se vuelven en los asientos al oír los sollozos. Entre lágrimas, su cara se deshace en blanco, mentira, noche, sangre, sudor, hueso y carne. Y todos buscamos una moneda por el espectáculo.

Rodrigo Costas, 27 Años. 2004

Cajero Automático

La anciana entró a la caseta del banco automático con la sensación de meterse en una nube, pues la luz de neón le daba al recinto un aire de antesala celestial. Dejó las bolsas junto a la pared de cristal, extrajo la plancha de carton que había guardado detrás de la máquina de expedir billetes y la desdosbló sobre el piso. Acomodó unos trapos viejos a modo de almohada, se tendió sobre el cartón y se cubrió con su viejo abrigo, pensando - como todas las noches - en la enorme cantidad de dinero que tenía a sus pies.

Carlos Reyes, 56 AÑos. 2005.


Intemperie

Vendí a cosignación revistas Quirquincho y Papaya. También vendí en la Vega Central revistas pornográficas que un amigo traía de Brazil, además de Metropolitan y Playboy. El negocio siempre fue incierto. Debí recorrer medio Santiago para poder almorzar y beber un bigoteado decente en San Diego. Los clientes buenos estaban en la Plaza Almagro. Nunca tuve un maldito peso. Siempre usé el mismo vestón brilloso y los pantalones pinzados que me regaló Carlota en Bismark. Qué alegría haberme encontrado con ella ese miércoles. Me llevó a su departamento en Santa Isabel. Comimos porotos con riendas. Me salvó el día.

María Carolina Novoa, 44 Años. 2006.

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